Personas
sufriendo profundamente y aquellos llamados amigos, no hacen nada más que
formar parte de un teatro gratuito que si bien no hace bien a ninguno de ellos,
pues como toda obra dramática es falsa, contribuye a mantener ese falso y
claramente hipócrita ambiente de normalidad. Todo vale con tal de que
aparentemente todo parezca extraordinario. Atreverte a decir la verdad supone
romper esa alianza de amistad pues conllevaría traición y ausencia de
moralidad. Sí, hasta este punto hemos llegado: es más “correcto”, aunque yo lo
llamo interesado, no decir la verdad, no enfrentarse a las situaciones con
honestidad y que cada cual responda de las consecuencias de los actos
consumados. No interesa enfrentar la verdad porque ya no importan los valores
reales como el categórico respeto a la persona apreciada, sí, a esa persona a la que muchos pese a todo
siguen llamando “amigo” aunque formen parte de ese circo de bufones, títeres y
payasos donde los sentimientos verdaderos no tienen cabida ya que suponen el
desenmascaramiento del cómodo interés de la apariencia. Hace varios años leí
una obra de teatro que me encantó, pero que a día de hoy aprecio aún más ya que
entiendo por completo su significado. “Porque en la vida más vale crear
intereses que crear afectos”, ésta es la moraleja del drama “Los intereses creados” de Jacinto
Benavente donde todos los personajes movidos por sus interesadas pasiones
acaban siendo presas y víctimas de la mismas abocados a un final trágicamente
amargo. Tan sólo se salvan dos personajes, curiosamente aquellos que comparten
las mismas creencias y valores que yo todavía no he desistido en defender. Y,
desafortunadamente, aunque son las menos, aún hay personas en el mundo que
creen y defienden férreamente estos valores. En el año 2006 comencé de
casualidad, como las mejores cosas de la vida, a ver una serie que ha cambiado
por completo mi vida. En ella el amor, la amistad, el respeto, la solidaridad
la superación y realización personal sin perder la integridad y la dignidad
pueden con las traiciones, con los desengaños, con el dolor de la pérdida
terrenal y sobre todo con el interés y la mentira. ¡Cuánto he aprendido de mis
cincos chicos de Tree Hill!, pero lo más grandioso es que por las calles veo y
tengo el placer de conocer a personas con otros nombres y apellidos pero con la
misma grandeza humana. Hay muy pocos pero existen. Son reales, como reales son
todos los valores que me sigo empeñando en defender. Se han reído muchísimas
veces de mi por creer en todo esto así
como en la esperanza que proyecta en mi la
música que escucho de personas a las que realmente también admiro como seres humanos. Casi siempre he sido la nota discordante de toda comparsa,
la que creía en cosas distintas al resto y se mostraba orgullosa de ello a
pesar de ir a contracorriente. El bicho raro. Nunca me ha importado ser
diferente en una sociedad que busca que los hombres sean clones los unos de los
otros y donde si te sale de la “norma” establecida quedas condenado a la
marginación. La gente teme todo lo que es diferente, pero sin embargo, sólo
aquel que es diferente tiene algo que mostrar. Afortunado serás, si eres capaz
de apreciarlo, de encontrarte en tu vida con alguien realmente diferente. Tengo
la increíble suerte de conocer a varios de ellos. Y son las mejores personas
que jamás he conocido. La última de ellas tuve la suerte de empezar a conocerla
hace unos meses. Y casualmente fue a raíz de unas de las más hirientes y
trágicas experiencias personales que he afrontado en mi vida. Nos pusimos a
hablar, a pesar de que todos aquellos asiduos al espectáculo circense jamás
pensaron que esa situación tendría lugar, y lo que descubrimos fue mucho más
que un saco repleto de mentiras y de juegos maquiavélicos nacidos de la
manipulación que durante un tiempo nos mantuvo anuladas: el encuentro de dos
iguales. Habían llegado a la misma situación después de haber pasado por
frustraciones idénticas porque pese a haber sido títeres presas del mayor
encantador de serpientes, en su interior jamás les pudieron arrebatar su
esencia. Y fue ésta quien les salvo de aquel circo del que no quisieron formar
parte más. Cuando se dieron cuenta de que alrededor todo el mundo vestía una
máscara menos ellas, decidieron que no querían vivir más rodeadas de la
apariencia fantástica que siempre viste de gloria al payaso hasta que los focos
se apagan. Y en ese encuentro doloroso donde creyeron que ya todo lo habían
perdido se dieron cuenta de que habían ganado más de lo que podrían imaginar:
reencontrarse a si mismas, aunque se sienten perdidas, y reforzar sus
cimientos. Encontraron luz en la más profunda oscuridad, hallaron la verdad
enterrada bajo miles de mentiras. Sin embargo, es muy difícil vivir de acuerdo
con esos ideales en la ficción teatral que rodea su entorno. Despecho,
desesperación e incluso locura son los diagnósticos que suelen recibir estas
personas por parte de los titiriteros. Y sin entrar en el debate de quienes son
los cuerdos y quienes los dementes, tomaremos como todo un elogio la etiqueta
de locos, ya que las mejores personas que conozco son aquellas que vistas a
ojos ajenos son tachadas de insanas.
Lo
más importante en esta vida es vivir en paz con uno mismo, quien quebrante esto
vivirá como un alma condenada toda su existencia. Quizás no estoy hecha para
vivir en nuestro mundo actual donde a mi personalidad vulnerable la mentira y
el interés hieren de tal forma que me han hecho llegar a perder la esperanza en
el ser humano, ahogándome en un estado de decepción permanente. De cualquier modo, el seguir encontrando por el camino personas
especiales que siguen luchando por ser verdaderas me aporta las fuerzas
suficientes para defender mi integridad. No todos quieren formar parte del espectáculo
ni como monos de feria ni siquiera como espectadores. Aún quedan personas que
prefieren salirse de lo “correcto” para hacer lo “incorrecto” en este mundo
egoístamente interesado. Y aunque pueda más valer convenientemente crear
intereses que afectos, sólo aquellos que crean afectos por encima de todo se
salvan de acabar siendo presas de esta depredadora sociedad interesada que
tanto se empeña la mayoría en alimentar. El vestido hace al hombre o más
vulgarmente el disfraz hace al payaso. Una vez más para ser la nota discordante
prefiero ir desnuda, sin artificios, sin apariencias que intentar vender.
Pues,
en este circo al que la vida nos invita a participar todos los días, puedes elegir quien ser. Y aunque la mayoría de los días sienta que no encajo en este espectáculo decepcionante, e incluso sin respuestas a todas mis preguntas, siempre elijo ser yo.
Para bien o para mal. Etiquétenme como quieran.
Maravilloso, sin palabras, increíble...
ResponderEliminarSomos las detractoras del circo creado. Hace tiempo que ya no somos público, y nunca intentamos ser el bufón. Eso es, principalmente, lo que te hace especial. Eres suficientemente fuerte como para ser detractora, estar orgullosa de ello y seguir luchando contra viento y marea.
En el fondo, la envidia es lo que hace actuar al bufón, la mentira lo que hace que el público aplauda, y el cinismo la base del espectáculo.
Pero tú estás por encima de todo eso. Vales más que todo eso. Y puedes levantarte cada mañana con la cabeza bien alta y sintiéndote orgullosa de ti misma. Porque lo mereces.
Cuando decidimos quién queremos ser en esta vida, solo existen estas tres opciones y tu elegiste la más valiosa de todas, es por eso que me alegro de estar a tú lado y compartir toda esa fuerza. Y si, es cierto que nos conocimos en el momento más duro, en el que estábamos hundidas en nuestro propio agujero. Pero también es cierto que entre las dos hemos conseguido salir de el, y levantarnos de las cenizas cual ave fénix. Me alegro de haberme levantado contigo! :)
Te dejo con mi frase estrella:
“A lo largo de mi vida he dejado pedazos de mi corazón aquí y allí y ahora apenas me queda el suficiente para seguir viviendo, pero fuerzo una sonrisa sabiendo que mi ambición sobrepasaba mucho a mi talento.” Blow
Gracias por tus palabras de verdad. A ellas sólo puedo decir: amén. Y gracias por todo de corazón.
ResponderEliminarGracias por la frase, muy cierta ;)
Creo que nadie tiene derecho a juzgar a nadie. Y creo que todas las personas que tenemos integridad o que intentamos hacer las cosas correctamente o, al menos, dejandonos guíar por nuestro corazón, en este mundo podrido, la mayoría de veces salimos perdiendo. Bien lo sé yo, he perdido mucho por no dar a torcer en lo q creo, y se sufre mucho, pero una persona sin principios no es nada. Y a veces aún pienso que quiero que todo y todos me de, me deis igual, y lo que hagan, pasar y solo preocuparme por mi, pero esa no soy yo.
ResponderEliminarPero aún pienso que ser buena persona merece la pena, que al final tiene su recompensa, aunq sea para uno mismo, y que quien no sabe ver la belleza, la bondad y lo mejor de los demás, solo merece mi tristeza.
Un beso, cuídate, y me alegro que tengas quien te entienda, siempre lo has tenido.
Muchas gracias por tu comentario, es realmente bonito y ante todo cierto. Es verdad que se sufre mucho yendo a contracorriente de este mundo de farsas repleto de titiriteros y su títeres, pero no hay nada peor en la vida que perderte a ti mismo, negarte y convertirte en alguien que tu propia naturaleza. Quiero pensar que para este tipo de personas, en algún sitio y en algún momento habrá algo verdaderamente merecedor de su valía.
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